Imagina el cuadro: Están a punto de dar las doce de la noche
el 31 de Diciembre de 2012, mientras recibes un mensaje a tu teléfono, dicho
mensaje te hace llorar de tristeza, mientras estás sentada cerca de la cama,
abrazando tus piernas y te duelen los dedos porque te hiciste llagas en las
manos por andar lavando a mano (se había descompuesto la lavadora), en eso dan
las campanadas anunciando la bienvenida al 2013, mientras corro a abrazar a mi
madre hecha un mar de llanto y ella sólo podía decirme: “Dale tiempo al tiempo,
quizá este año te vaya mucho mejor”.
“Lo dudo” respondí.
Pero bien dicen que las palabras de una madre son sabias, y
es que aunque febrero y buena parte de marzo fueron todo un infierno y
purgatorio respectivamente, lo que restó del año fue una experiencia de lo más
alentadora, maravillosa y aleccionadora, como toda aventura tuvo sus bemoles.
Sin embargo, los buenos ratos, esos que trataban de estar en el lago del campus
hablando de cosas de la vida, de jugar a adivinar canciones, de sentarse en
círculos para jugar a las preguntas con tus amigos y tener que contar acerca
del “fart” más bochornoso de tu vida, etc; son las joyas más brillantes que
irán al baúl de los recuerdos.
Este año fue bueno, conocí a nuevos tipos de amigos, conocí
mejor a otros amigos, y viví los melodramas más simpáticos y vergonzosos (El de
la clase de sociología se lleva el Óscar el mejor drama del año), además de que a mediados y finales de este
año recibí lecciones demasiado valiosas al ver a los que quiero ir al hospital,
la vida no la tenemos comprada y por eso es que cada año nos proponemos hacer
cosas para el siguiente, cuando podemos empezar ahora mismo, y al terminar con
lo que nos proponemos, iniciamos de nuevo con nuevos propósitos más.
Para mejorar, para reparar, para empeorar, para olvidar, para
vengarse, para recordar, para alentar o simplemente para vivir. Bien dijo
Mufasa: “Todos tenemos un papel en el ciclo de la vida”. Es el ciclo sin fin
¿No? Hoy acaba el ciclo del 2013 pero inicia uno nuevo, el de 2014, y así dando
vueltas y vueltas hasta el fin de los tiempos.
Hoy es ese último día en donde podemos poner fin a todo eso
que empezó cuando dieron las primeras doce campanadas del año.
Hoy es tiempo de perdonar, de olvidar todo lo malo, de
atesorar todo lo bueno, de asimilar todas las lecciones que el año nos brindó y
de reacomodar todo para darle la bienvenida al nuevo año, sin rencores, sin
peleas, sin divisiones.
¿Mi último deseo del año? Unión, si algo no soporto es ver a
los que quiero estar separados y peleados.
Brindemos por los deseos que se cumplieron, los que no y los
que están por cumplirse, les deseo a todos y cada uno, un año más de dramas,
alegrías, tristezas, lecciones y que sea la más emocionante “nueva temporada”
de la serie de televisión que es su vida, cada una singular a su manera.
Por romper el raiting del destino.
¡Feliz 2014!
Hasta la próxima.-