sábado, 8 de marzo de 2014

Palabras: Armas de destrucción (o creación) masiva

¿Han escuchado alguna vez la expresión "Las palabras se las lleva el viento"? No es por ofender a la sabiduría ancestral, pero más de una vez he confirmado, que las palabras no vuelan, se quedan caladas profundamente en la memoria, en el alma y en el corazón.

Desde que me interesó la comunicación y la elegí como mi carrera he creído firmemente en esta especie de mantra:

"Las palabras son tan poderosas que pueden destruir todo a su alrededor o construir las cosas más hermosas del mundo".

Desgraciadamente, vivimos en un mundo de palabras, donde sólo ellas han recibido por completo el poder de que ellas, y sólo ellas nos dan certeza, seguridad, confianza y consuelo.

Pero también tienen el poder de provocarte de quedar a su merced, de enojarte, de decepcionarte, de ofender, de maltratar, de destruir, de aniquilar.

Y estamos tan conscientes de su poder que todo el tiempo nos fijamos y le prestamos atención a las palabras que no salen de la boca, pensamos todo lo que vamos a decir y las ensayamos tantas veces en nuestra cabeza como si fueran líneas para una obra de teatro.

El problema con pensar lo que vamos a decir, es que, si de por sí todos pensamos distinto, hay gente que incluso su pensamientos más normales están en una sinergia diferente o se encuentran en una frecuencia distinta a la de los demás.

Hay gente que piensa que algo es correcto y para todos los demás es una abominación aquello que piensas, hay gente que no entiende las reglas sociales por más que se las expliquen, hay gente que actúa de la mejor manera posible para no ofender a las personas de pensamiento regular y sin embargo, fracasa rotundamente. Y tienden a decir palabras de más, palabras que destruyen bajo un disfraz de cosas bonitas. O es que ellos piensan que está bien decir eso, cuando para los cánones de la realidad eso está gravemente prohibido.

Ese tipo de personas, les dicen enfermas o locas, las medican y las ponen bajo tratamiento psicológico. Esas personas son presa de sus propias palabras.

Creo que fue Oscar Wilde el que dijo alguna vez: "Un hombre libre es aquel que está callado, porque no se vuelve esclavo de sus propias palabras".

(No estoy muy segura, la verdad, así que no me hagan mucho caso)

Y entonces uno ya no sabe qué hacer, porque tanto quedarse callado como hablar está mal, las palabras son tan complejas que con una sola podemos desatar destrucción ¡Imagínense con más!

 Sé que algunos lo hacen con clara intención, pero si de algo estoy segura es que la peor ofensa que hay es la que se hace sin intención, y uno se siente un horrible agresor. Y  cuánta vergüenza siente uno.

El hecho es que simplemente existimos gente que jamás podrá ser normal o coherente y sus palabras jamás serán tomadas como buenas. A veces el mejor remedio es encerrarse en uno mismo ¿Pero es lo recomendable? ¿Eso es lo que quiere la gente? 

En caso de que no sea lo que quiere la gente... ¿Cuántas veces le toma a uno hacer las cosas bien? Porque es tan frustrante.

En todo caso y en resumen, debemos de aprender que las palabras no tienen el poder por sí solas, sino que nosotros somos quiénes les damos ese poder a las palabras. Hay que recordar que hay palabras que son dichas sin mala intención, pero uno como interlocutor y receptor, siempre tiene que estar alerta para no ofender ni lastimar.


Hasta la próxima.-